Mi pequeño se llama Martín, el pasado 6 de enero de 2017, pasé uno de los peores y más angustiantes momentos que una mamá puede pasar; mi hijo con un año recién cumplido se tragó una batería de uno de sus juguetes. De esos ACCIDENTES CASEROS que podemos evitar y no lo hacemos porque creemos que nunca nos pueden pasar, porque a pesar que somos tan buenas mamás creemos a nuestros hijos invencibles o incapaces de hacer cierto tipo de cosas.
Martín con tan solo un año y unos cuantos días, pudo a través de los días sacarle la batería del tamaño de una moneda de 1.000 a uno de sus juguetes, mientras le daba su última comida antes de ir a dormir, en un abrir y cerrar de ojos ya se la había tragado. empezó a hacer arcadas lo que no es usual en él, entré en pánico y corrimos a meterle el dedo lo que ocasionó que se le bajara a la altura de la tráquea.
Desde ese momento empezó el caos y una tormenta que solo hace poco pudimos salir de ella. Por vivir en un pueblo contamos con recursos de salud limitados, con una atención básica regular pero con gente que realmente le pone el alma y que gracias a Dios fueron ángeles en el camino.
Llegamos al hospital, al pasar de las horas le tomaron una placa y verificaron que había un objeto en la parte de su tráquea pero que le permitía respirar normalmente.
Inicialmente creíamos que era una moneda (En ese hospital le dieron acetaminofén y metoclopramida para que no vomitara y eso le sulfato mas rápido la batería). Al pasar de las horas en el hospital donde entramos inicialmente, por no contar con los recursos suficientes no pudieron hacer nada y logramos llevarlo hasta Medellín; ya Martín llevaba alrededor de 20 horas con la batería en su tráquea haciéndole los daños respectivos.
Inmediatamente llegamos, miraron los RX y dijeron que no daba espera, en el momento no había endoscopista pediátrico por lo que un endoscopista para adulto a quien hoy digo que fue un mago, luego de 4 largas horas pudo lograr sacarle la batería que ya había causado una quemadura del 80% de su esófago del tamaño de un pitillo. En ese momento una angustia me mataba porque jamás debí permitir tener tantas cosas «NO APTAS PARA SU EDAD» a su alcance.
Las secuelas según los médicos serían de por vida, podría quedar con una estenosis lo que acarreaba terapias o alguna cirugía para cortar la parte afectada o en su defecto terapias para que volviera a funcionar normalmente su esófago. También implicaba un atraso gravísimo en su alimentación, de hecho demoró un mes exacto sin tomar agua ni consumir ningún tipo de alimentos (Lo hacían por NPT, lo que lo sometió a un cateterismo central a tan corta edad), problemas para hablar, problemas digestivos, respiratorios y sin contar el trauma con el que quedó con solo ver una bata o estar en un hospital. (Exámenes de sangre, la postura del catéter, médicos especialistas lo visitaban 3 veces al día, enfermeras aplicándole morfina y esteroides para evitar una infección o una perforación que era fatal para su vida).
Gracias al personal médico, hoy Martín esta complemente sano, luego de varios exámenes pudieron establecer que no quedó con ningún tipo de secuelas en ninguna parte de su cuerpo, GRACIAS A DIOS lleva una vida normal ya que la sacó barata.
Yo si llevo el peso del descuido en mí. Cuento mi historia para que ningún niño tenga que pasar por lo que pasó mi hijo y mi familia.
Lauren Corrales