Mi bebé tenía 14 meses y amaba las galletas saltinas, ese día estaban de visita junto con mi mamá en casa de mi suegra (yo trabajaba, mi mamá estaba a cargo de mi bebé mientras yo no estaba).
Cerca a la casa de mi suegra estaban construyendo el Transmilenio por lo que habían llegado ratones a su casa. Ella acostumbraba a revolver el veneno de ratón con galletas saltinas en los rincones de la casa, ese día en un pequeño descuido de mi mamá, el bebé se empezó a comer una de esas galletas, cuando mi mamá lo volvió a mirar su boca estaba cubierta de un polvo azul, ella sin saber que era veneno de ratón, revisó con toda la calma que estaba comiendo el niño, cuando se dio cuenta que era veneno entró en pánico. Llamaron al servicio de emergencias que teníamos en ese entonces y se lo llevaron de urgencias a la clínica.
Cuando yo llegué, lo tenían en pañal con una sonda por la nariz para ponerle carbón activado, fue una noche larga, muy larga porque ese veneno lo que hace es explotar los órganos internos de los ratones, ni imaginar que le hubiera pasado a mi niño.
El desenlace de la historia a Dios gracias fue bueno, decía el pediatra que o no alcanzó a comer lo suficiente, o definitivamente no lo alcanzó a ingerir, no sé, para mí fue la misericordia de Dios, fueron unos días terribles, con dos abuelitas llorando sin consuelo y sintiendose culpables de lo que le pudiese ocurrir al niño. Dios fue bueno con nosotros y hoy mi hijo ya tiene 11 años.
Moraleja: NUNCA NUNCA dejar nada al alcance de los niños que puedan afectar su integridad, les puede causar la muerte en segundos por un simple y pequeño descuido.